El jefe no representa un cargo, representa una actitud. Las habilidades de un jefe parten de la administración del tiempo, saber ordenar las prioridades y transmitirlas. Tener capacidad de liderazgo significa tener actitudes certeras frente a los desafíos. Un jefe es un negociador por naturaleza, capaz de delegar y ordenar las funciones para aumentar la productividad. El conocimiento debe estar distribuido en todo el equipo, y no contenerse en una sola persona.

Es necesario saber motivar, y no hablamos de motivación como una especie de coaching superficial. Se trata de reconocer fortalezas y debilidades del equipo de trabajo, para designarlos en el lugar adecuado. Un jefe debe ser capaz de ver el potencial y talento en su equipo. Es cuestión de crear sentido de pertenencia, y generar interés en el empleado para crecer con la empresa.

La delegación eficiente de cargos es el punto de partida de la cabeza de una empresa. Si los cargos no están ocupados por personas idóneas, el funcionamiento se verá truncado en cada paso. La supervisión es el segundo paso después de delegar. Un líder precisa conocer el manejo de operaciones, la administración financiera, y el área comercial de su empresa. La verificación del trabajo es imprescindible para controlar y corregir los procesos que se llevan a cabo en la organización.

Para crear un entorno más productivo, es necesario hablar el mismo lenguaje con el personal.

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